Parecía agradable,un bar de copas cualquiera, aunque yo no había entrado nunca, pese a estar tan cerca de mi casa, y desde fuera no se veía el interior, pero la fachada era agradable.
Me quedé unos segundos mirando la puerta,sin decidirme, pues una parte de mi me decía que volviese a casa, a la cama,y me quedase durmiendo o viendo una peli,que no entrase al bar. ¿Pero porque iba a hacerle caso a mi instinto?
Abrí la puerta,y entré.
Nada que ver con el exterior, a penas gente, sólo un hombre medio borracho sentado en una mesa al fondo del bar, con una botella de vino vacía tumbada sobre la mesa, y otra recién empezada.
De las tres lamparas que colgaban del techo, de las cuales sólo funcionaba una ( si es que a parpadear se le puede llamar funcionar), se veían telarañas enormes, y polvo, al igual que en la mayoría de las mesas, parecía que no se había limpiado el local en años.
Aún así, me quedé.
Fui al fondo del bar y me senté en la esquina de la barra, donde estaban las únicas dos butacas medianamente limpias, y le pedí al camarero una copa, vodka negro con lima. No tenía, que sorpresa.
Me sirvió un whisky.
Cuando iba a pedir otro, escuché la puerta abrirse, me giré y vi entrar a un chico con una sudadera con capucha que impedía verle la cara. Volví a girarme y pedí el segundo whisky.
EL chico se sentó a mi lado, le dijo al camarero que le pusiera lo mismo que tomaba yo,y me sorprendí.
Comenzamos a hablar,estuvimos un par de horas más en aquel bar, hablando, riendo y bebiendo, hasta que decidimos salir a dar un paseo, a tomar el aire.
Después de caminar unos quince minutos, nos sentamos en un banco, y después de otro rato hablando, me dí cuenta de dos cosas: no sabía su nombre y aún no le había visto la cara.
Se lo dije, y me dijo su nombre, Carlos. Sin embargo no quiso mostrarme su rostro, y yo,como no, insistí.
Finalmente cedió, y se quitó la capucha. Quedé atónita ante lo que vi, una calavera.Sólo huesos.
Tardé unos segundos en reaccionar y,cuando lo hice, eché a correr.
Tras unos minutos, miré atrás porque escuché un sonido y un grito ahogado, y vi como el suelo se desvanecía en mi dirección. Carlos había caído al agujero donde antes había suelo, y me dí cuenta de que yo también caería. Intenté correr más deprisa,tanto como mi cuerpo me permitía, pero no fue suficiente y caí también yo, grité y grité, y seguía cayendo, parecía que no acabaría nunca.
Cuando llegué al final de la caída, me aterraba abrir los ojos, no sabía que vería.
Me armé de valor y abrí los ojos, estaba en mi cama,bañada en sudor.
13 SIEMPRE